¿Qué tuppers llevar al trabajo?

De cómo me convertí al tupperismo…

En España la hora de comer es sagrada. Lo es tanto que tenemos un interminable mediodía para poder almorzar en condiciones, a pesar de que la distendida digestión suponga alargar hasta el telediario nuestra hora de salida del trabajo. No sólo eso, en ocasiones solemos sentar el trabajo a la mesa y empleamos nuestras horas de comidas y cenas en poco apetitosas reuniones laborales en las que entremezclamos unos de los actos más íntimos del mundo (para mí lo es comer) con uno de los que lo son menos: trabajar.

Quien más y quien menos para durante su hora y media larga para, en el mejor de los casos, acudir a casa, preparar algo rápido y comer de caliente en el intermedio laborar interminable. Otros, alejados de sus cocinas, se resignan a los poco apetitosos menús del día, o hacen cola en supermercados para cazar al vuelo el último plato de comida preparada que abarrota los lineales, o rescatar de entre el cementerio de ensaladas de pasta y cangrejo la última Florette que lleva lechuga. Los más afortunados, como servidora, transportan cada mañana su tupper de comida casera, cocinado con amor y música en las horas de un fin de semana de pasión entre ollas, o la víspera de una jornada que se prevé tediosa, junto a una copa de vino tinto.

Sí, lo reconozco, me he hecho del club de la fiambrera. Del club de comer bien aunque no sea en mi casa, del club de la competición por llevar la comida más rica al trabajo. Socia del microondas y del tupper perfecto. Esa soy yo, una nueva gurú de lo hermético. Y lo hago porque a mediodía tengo tiempo para comer, pero no quiero perderlo en desplazarme hasta mi casa.

Empecé con los tuppers que todos tenemos en casa, para después pasar al cristal, cargar con pesados recipientes visibles y decidir dar el salto a lo sofisticado. Y sí, coleguis, he encontrado mi fórmula de éxito. Tuppers bonitos, pequeños, resistentes, compartimentados y muy muy prácticos. Tuppers con los que ser también la envidia antes de abrirlo.

Utilizo desde hace más de un año los tuppers de la marca Monbento. La marca no sabe que existo, ni sabe que soy su embajadora en todas las mesas a las que me siento, pero me tiene ganada. Tengo solo cuatro recipientes, que alterno a diario, y varios de sus accesorios. La broma en su día me salió por 113, 80 euros, pero he aprovechado cada céntimo a lo largo de estos meses. Os paso a detallar lo que yo tengo, lo que más uso y en lo que me equivoqué.

Yo me compré tres recipientes normales en tres colores. Granate, gris claro y gris. Me compré dos tapas, granate y verde turquesa, dos gomas: una para tupper de dos pisos y otra para tupper simple, y tres tapas de interior. El sistema de los monbento es algo distinto al de los tupper normales. Nos hace falta el recipiente en el que se coloca la comida, una tapa interior que tiene un agujero y un cierre de silicona, y una segunda tapa que finaliza la fiambrera. Las tres piezas son de obligado uso y se sujetan con una goma elástica ancha que hace que nada se mueva. Cuando quieres calentarlo, sólo tienes que quitar la tapa exterior, siempre de color, y dejar la interior, blanca, y abrir el agujerito de silicona para que respire y salga el vapor al calentarlo. Así de simple. Siguen la filosofía de las cajas de bento, la manera en que los japoneses colocan la comida para organizarla y hacerla atractiva.

Para cremas o guisos de cuchara, compré otro tupper de forma redonda que se cierra a rosca y queda hermético. Además, las paredes son gruesas y conserva muy bien el calor. En la tapa lleva insertada una cuchara de plástico, por lo que llevas el cubierto ya equipado.

Los tuppers no se deforman, no contienen BPA y tienen un tamaño y un diseño geniales. Ocupan muy poco espacio en la nevera y se transportan con facilidad. Además, son apilables, por lo que puedes llevar dos platos, en dos cajas, unidas por una goma para que sólo ocupen un bulto.

Como accesorios, yo opté por dos botecitos pequeños para llevar salsas y en los que suelo guardar vinagretas. Compré también una caja más pequeña que encaja en el tupper para separar algunos ingredientes (por ejemplo, nueces o frutos secos para una ensalada). También por un separador, que inserto en el medio de los tuppers y me permite no mezclar, por ejemplo, el arroz con el curry, o las verduras con el pollo. También me compré los cubiertos, de acero, y con funda, que caben justo encima de la tapa interior, entre ella y la tapa superior. Así que en una sola caja llevo todo. Tengo también la bolsa de Monbento, porque cuando compré todo estaba en promoción y me venía fenomenal.

Cosas a favor: todas. Fácil almacenaje, no pesan, no se deforman. Son bonitos. Cabe lo justo para comer.

Cosas en contra: No son herméticos del todo, por lo que las cosas muy líquidas hay que ponerlas en el redondo. Si cocinas con especias, como es mi caso, o usas colorantes, mejor utilizar colores de caja oscuros porque los grises y claritos se tiñen. El precio, aunque ya os digo que merece la pena invertir en ellos.

Y tú, ¿Qué haces a la hora de comer?

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