Yo también tuve una Gema

Yo también tuve una Gema. Como ella, tampoco era mi mejor amiga, pero sí un recuerdo muy marcado de mi infancia. Una vecina del barrio, de la placeta, ese lugar en el que los niños en los noventa tejíamos nuestras primeras relaciones a golpe de pedaladas y heridas en las rodillas. Recuerdo que la admiraba mucho, como todas las niñas de entonces lo hacíamos. Como una genia de la gimnasia rítmica, lo que todas queríamos ser. Vivía en la torre, el bloque más alto del barrio y de la ciudad, en mi misma calle, y aunque tenía un par de años más que yo, se podría decir que fuimos amigas de la plaza. La recuerdo sonriente, optimista, vitalista. Rubia y bastante menuda. Un torbellino. Un día se puso enferma. Creo que fue la primera vez que conocí la palabra cáncer. Recuerdo verla en la plaza, sin una pierna, en silla de ruedas, pero sonriente. Aunque de esto puede que haga casi 30 años, también la recuerdo en el mismo sitio, con un gorro forrado de peluche, de un color claro, para proteger del frío una cabeza ya sin pelo.

Pero siempre que vuelvo a ese momento recuerdo una amplia sonrisa. Y también me recuerdo a mí misma, tumbada en la cama un viernes o sábado por la noche de un año de mitades de los 90, trasteando con un ordenador portátil de juguete, rodeada de unas cortinas de flores a juego con la colcha. Mi madre entró a la habitación que compartíamos y me dijo con dulzura: «Ha muerto». Probablemente me diría aquello de que estaba en el cielo, o cualquier eufemismo para hacerme entender algo tan trágico. Fue la primera persona muerta de mi vida. Algo que no se olvida. Una niña, como yo. Recuerdo llorar desconsolada sin saber muy bien qué significaba aquello. ¿Era no volver a bajar a la placeta? ¿No volver a verla? ¿Desaparecer para siempre? Demasiadas intrigas para una niña como yo, de no recuerdo cuántos años. He vuelto a ese momento centenares de veces en todos estos años. A aquella noche de los 90. A aquella habitación. Pero no fue hasta hace poco cuando tuve necesidad de fechar ese momento, de poner edad a esa muerte, a ese drama. Así que busqué su nombre en google. Y no apareció nada de aquel momento. De aquella vida. De quellos homenajes. De aquella niña con la que muchos jugábamos en la plaza y admirábamos sólo quedaba el nombre de un club de gimnasia rítmica de mi ciudad. Pero no su historia. No quién fue. Ni en qué año sucedió. Como si se hubiera esfumado. Como la Gema de Milena Busquets. Pero esa niña existió. Y yo la recuerdo. Yo la veo en aquella plaza. Yo recuerdo su sonrisa. Yo me veo en aquel llanto. Y yo quiero recordarla. Se llamaba Esperanza Calvo y era mi amiga de la placeta.

Gema. Milena Busquets.
Anagrama. 2021.

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