Nunca he estado en Wisconsin, pero podría ser una más entre sus campos y sus gentes. Es lo que tiene leer a Nickolas Butler contarnos la historia del viejo Lyle, mientras las manzanas que cultiva agotan sus ciclos al ritmo de las estaciones, en un campito cerca de su granja en el Midwest. En la pomarada, propiedad de Otis y Mabel, se cultivan ocho tipos de manzanas, cada una en un momento preciso del año: Cortlands, Zestar, Honeycrisp, Macintosh, Gala, Golden delicious, Granny Smith o Pink lady. Al menos esas han sido las variedades que he conseguido recopilar tras haber devorado ‘Algo en lo que creer’ en los primeros días de este verano. El libro es delicioso, casi como lo deben ser las manzanas especiales de ese huerto, las de los árboles más viejos, esas que nunca salen a la venta porque se reservan para quienes las cultivan.
Así que cuando acabé la novela seguí pensando en las manzanas de Wisconsin, mientras daba las últimas pinceladas de acuarela a un surtido de verduras de temporada como las del calendario de frutas que subí aquí. Y en una de esas casualidades que tanto me gusta descubrir, surgió la idea.
-¿Hay manzanas de Wisconsin?, me dijo el amigo Vicent Chilet, el granjero con mejor género del polígono periodístico en el que tenemos nuestras hectáreas, y colega del que me copié el libro.
-No, endivias, que es sólo de verdura. Pero, oye, podría hacer manzanas…, le dije. Y me puse a darle vueltas a la idea. Recordaba que había varios tipos de manzanas en el libro, pero no tantas. Así que a los pocos días le sugerí el fichaje.
-Voy a empezar con las manzanas que tenemos a medias. He revisado el libro y he encontrado ocho variedades.
Así nació el ‘manzanario’. De una chispa del figura que me descubrió el librito que me ha acabado brindando algunos de los mejores momentos de esta estación. Ocho variedades de manzanas de la pomarada de Lyle pintadas en acuarela. Un reto que me ha hecho inmensamente feliz. Y es que siempre hay que rodearse de personas que aporten visiones diferentes a nuestras estaciones. Personas con otros intereses, distintas inquietudes o que, simplemente, miren con ojos nuevos nuestra rutina. Sinergias surgidas siempre por escuchar a personas más brillantes que nosotros. La inspiración está siempre donde menos te lo esperas.
«El huerto de Sourdough ocupaba un collado que se extendía casi desde las ciénagas del Misisipi hasta el este, hacia los altos riscos de arenisca sobre los que las águilas, halcones y buitres trazaban círculos interminables. El Terreno estaba delimitado al norte por una vía comarcal, al sur por un profundo valle y al oeste, por supuesto, por el gran río y la carretera a la que daba nombre, la River Road. Por las mañanas, en aquellas tierras, el sol proyectaba sombras extravagantemente oscuras y azuladas, mientras que los atardeceres abundaban en tonos dorados y cobrizos, a medida que el sol avanzaba hacia el río, hacia Minnesota. Era un sitio ideal para ser un manzano»
Nickolas Butler. Algo en lo que creer. Libros del Asteroide (2020)