Yo confieso. Tengo absoluta devoción por las matrioskas. Las muñecas rusas de madera que albergan en su interior a otra más pequeña y así hasta el tamaño pegote. Me dan ternura, me hacen sonreír, me ponen nostálgica. En definitiva, me hacen muy feliz. Por eso, procuro tener siempre una cerca. A estas alturas a nadie se le escapa que vivo rodeada de estos personajes, pero pocos han sido los que se han atrevido a pronunciar las palabras mágicas: ¿Por qué te gustan?