Cosas que nunca (me) hice

La vida no es una película de Isabel Coixet. Pero podría. Yo no soy Ann, de Cosas que nunca te dije, ni he llamado nunca al teléfono de la esperanza porque mi helado de Chocolate Chocolate Chip está agotado en el supermercado. Ni por otro motivo, pero podría. No, no soy tampoco la Ann de Mi vida sin mí, que deja testimonio de su paso por el mundo para cuando la vida ya no la tenga a ella, ni sus hijas tampoco. Ni la Josephine de Nadie quiere la noche, que resiste testaruda en su empeño por encontrarse con su marido explorador en el círculo polar, aunque la noche haga de su confinamiento y del de Allaka una verdadera tortura mientras la vida se abre paso en medio de la nieve.

No, tampoco soy la Ryu, a la que igual escuchas en El mapa de los sonidos de Tokio mientras limpia uno de los puestos de pescado que las ves comerse a besos, mochi mediante, con Sergi López en medio de una calle de la ciudad. No soy Hannah, la maravillosa enfermera que se aísla en medio del océano para cuidar de un Tim Robins que que la tiene a ella como única narradora del mundo a oscuras que los rodea y donde ambos descubren que las palabras tienen una vida secreta (La vida secreta de las palabras). No, tampoco soy Florence, tratando de cumplir sus sueños en medio de la campiña inglesa para sacar adelante su Librería. No soy ninguna de esas mujeres, pero estos días soy también todas ellas a la vez. 


«- Cuando somos felices no nos damos cuenta, eso es también injusto. Deberíamos vivir la felicidad intensamente y tendríamos que poderla guardar para que en los momentos en que nos haga falta pudiéramos coger un poco, del mismo modo que guardamos cereales en la despensa o recambios de papel higiénico por si se acaba, ¿entiende? le dice Ann a Don, al otro lado del teléfono de la esperanza¿Y por qué necesita recambios?, le contesta él.


-¿Usted no?, ¿ya es bastante feliz?, insiste ella.


No, no lo soy, pero no creo que lo necesite«, zanja él la conversación antes de que ella le confiese que en la tienda no queda helado de Chocolate chocolate chip, el helado que a ella le hace feliz. Igual que secuencias antes ella trata de consolar a una señora que lloraba en medio de un supermercado porque su sabor, el de Capuccino Commotion se ha agotado. 

La escena, una de mis favoritas de la directora, es de Cosas que nunca te dije, y ha cumplido ya 24 primaveras, aunque cobra más sentido que entonces. Éramos felices y no lo sabíamos. Devoramos la vida y no nos dimos cuenta, sin ni siquiera dejarnos unos cereales en la reserva para los días que estaban por venir. Decimos cosas que nunca nos dijimos y hacemos cosas que nunca hicimos. Por lo que pueda pasar. Por lo que nos pueda pasar. 

Porcelana china

Yo ya he tomado el té en las tazas de porcelana china que jamás habían salido de la alacena donde se guardan las cosas valiosas que no usaremos. He bebido un vino que guardaba para una gran ocasión, porque no la recuerdo mejor que celebrar que estamos vivos. He estrenado una de las libretas más bonitas que tenía en mi colección simplemente para preparar este artículo porque no existirá ocasión mejor de darle sentido a sus páginas. He releído las anotaciones de mis libros favoritos y he puesto al día el cuaderno en el que las anoto desde hace año. He puesto la lavadora cuando todavía me quedaba ropa limpia. He empezado y acabado un libro en un mismo día. He germinado y plantado semillas que veo crecer cada día como si necesitara darme cuenta de que la primavera se abre paso entre el jolgorio de los balcones, al ritmo de aplausos. He mirado por la ventana indiscreta más veces de las que recuerdo. He ido a conciertos por los que no hubiera pagado, sin moverme del sofá. He pasado un día entero tumbada en el sofá procrastinando. He trabajado y comido en pijama. He hecho deporte de manera voluntaria. Me he puesto colonia, aunque nunca la use. No he hecho la compra durante una semana, aunque la hiciera a diario. He hablado horas por teléfono aunque odie hacerlo. He bebido alcohol antes de las doce de la mañana y he escuchado canciones tristes. 

La vida sigue. Y seguirá. Contigo y sin ti. Aunque no quieras que llegue la noche. Aunque hayas vaciado tu librería, escuchado todos los sonidos de tu ciudad o puesto fin a todas las palabras en esta nueva vida secreta. Pero procura no dejarte cosas sin decir. Cosas sin hacer. Aunque fuéramos felices y no los supiéramos. Incluso si no nos queda Chocolate Chocolate Chip o papel higiénico. Aunque para comer helado, siempre es un buen momento. Sea del sabor que sea.

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